lunes, 26 de abril de 2010

CAPÍTULO I

En el bochornoso agosto de la ciudad de Madrid, en el barrio de Salamanca, los primeros rayos del alba atravesaban los cristales grises de mi mugriente apartahotel, dejando ver todo su maloliente esplendor. Yo dormía no menos que plácidamente, en aquella cómoda cama individual. La luz impactaba sobre mi cara, obligándome a levantar ligeramente mis párpados. Pese a no ver nada, no cambiaría esa sensación de bienestar y desconexión por nada del mundo. Lo último que deseaba oír en ese momento era la estridente campanilla que todas las mañanas entre semana me levantaba. Ese día era lunes.

Como era de esperar, me levanté de mal humor, no sin antes lidiar con mis pegajosas sábanas. Un bostezo me invitaba a volver al mundo de los sueños, pero mi sentido del deber - que, aunque fuerte, todavía deambulaba en aquel místico paraje - bloqueaba el efecto de aquel melodioso canto.
Recorrí la habitación con la mirada en busca del cuarto de baño. Era una habitación más o menos amplia, que hacia las veces de cocina, dormitorio y sala de estar: lo que viene siendo una habitación típica de un apartahotel, con su diminuto televisor de gordo trasero y su elegante neverita blanca, a juego con el color de las paredes.

Encontré la puerta del baño en el lado opuesto a la puerta de salida del lugar. encendí la luz y observé mi reflejo: cabello corto, rizado y negro, bastante desaliñado. Ojos marrones, de mirada seria y profunda. Labios finos y barba de cuatro días. Me lavé la cara y desayuné tostadas con mermelada de ciruela, aún en calzoncillos. Mientras saboreaba aquel manjar divino, sonó mi móvil - el clásico "Desolation Raw" de Bob Dilan -. Leí en la pantalla un nombre, "Posadas".

- ¡¿Hola?! ¡Carlos, eres tú?! - gritó una voz alarmada, que en mi cabeza era un camión de bomberos.
- ¡Sí, soy yo! - Le respondí casi en el mismo tono -. Por favor, no dé tantos gritos.
- Perdona, ya sé que es temprano. ¿Dónde estás?
- Estoy en... - balbuceé.
- Te necesito en la comisaría en cinco minutos -.
- Pero...
- ¡Y no aceptaré un "pero" por respuesta! ¡Se trata de algo muy urgente!

Dicho esto, mi superior inmediato colgó la llamada. Parecía muy sobresaltado. Su nombre completo es Francisco Posadas de la Vega. Como ya comprobaréis, posee un espíritu indomable. Enseguida se sobresalta con el más mínimo de una mariposa en la pradera manchega bañada con el rocío primaveral. Es un buen hombre, pese a que no me deje hablar. Su tono hiperactivo suscitaba en mi subconsciente que mi vida estabaa punto de cambiar, que algo grande me estaba esperando en aquella oficina, llamando a mi puerta - una oferta imposible de rechazar en este siglo en el que vivo, donde la rutina es el pan de mi tostada de cada día.

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